jueves, 23 de febrero de 2012

Mariposas de vivos colores revolotean dentro de aquel pequeño frasco. El chico mira a través de ellas. El sol brilla en lo más alto del cielo, proyectando haces de luz en el delicado cristal. Desenrosca la tapa. Aquellos seres lo envuelven lentamente antes de desaparecer por su ventana para siempre. Las había cogido para ella. Su chica de ojos verde mar que le había robado la razón. La que le había hecho sonreír cuando él mismo era un desastre y le había cantado mil y una canciones diciéndole cuanto le quería, pero ahora, no tenía sentido conservar aquellos perfectos seres. Ella se marchó, dejándole atrás con una mano ocupada por un frasco vacío y la otra con su corazón, frío e inerte, incapaz de volver a sentir el calor que aquellos rayos de sol iluminaban el camino de sus mariposas.

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